LABORATORIO

filosofía – religión – psicoanálisis – política


Coordinado por Héctor Fenoglio

Febrero y Marzo 2012

Lunes de 20 a 22hs. Inicia Lunes 6 de Febrero.


EMANUEL SWEDENBORG

El Cielo y el Infierno

Una lectura de la doctrina mística natural de Swedenborg

a partir de su libro El Cielo y el Infierno y breves referencias a J.L.Borges, G.Deleuze, W.Blake, J.Milton y S.Kierkegaard


Emanuel Swedenborg nació en Estocolmo, a principios de 1688. Su padre fue un eminente obispo luterano que llegó a ser parte de la nobleza.

Hombre impar y silencioso, se destacó en diferentes campos de ciencia natural. Aunque no se hubiera consagrado a la mística, su nombre sería ilustre en la ciencia.

De joven estudió filosofía y ejercitó las artes manuales. Fue óptico y fabricante de instrumentos científicos. Sus estudios e investigaciones posteriores lo llevaron a destacarse en cosmología, matemática, anatomía, fisiología, política, economía, metalurgia, mineralogía, geología, ingeniería militar y de minas, química y en la nueva astronomía de Newton, con el cual hubiera querido conversar y no conoció. A los 28 años el Rey de Suecia lo nombró Asesor Extraordinario y durante más de 30 años sirvió como funcionario del reino.

Pero el hecho cardinal de su vida ocurrió en Londres, en una noche de abril de 1745. Tenía 57 años. Un desconocido que silenciosamente le había seguido por las calles, apareció de pronto en su cuarto y le dijo que era el Señor. Directamente le encomendó la misión de revelar a los hombres, ahora sumidos en el error y el pecado, la verdadera fe de Jesús. Le anunció que su espíritu recorrería cielos e infiernos y que podía conversar con los muertos, con los demonios y con los ángeles.

A partir de allí su vida dio un vuelco. Abandonó la ciencia y durante casi treinta años llevó una vida visionaria que fue registrando en densos tratados de prosa clara e inequívoca. A diferencia de otros místicos, prescindió de la metáfora, de la exaltación y de la fogosa hipérbole. Tampoco creyó en los argumentos sino en que basta enunciar una verdad de manera clara y sencilla para que cualquier hombre de buena fe pueda reconocerla. En sus tratados místicos no se descubrirá un solo silogismo; no hay más que tersas y tranquilas afirmaciones.

El Cielo y el Infierno, publicado en Amsterdam en 1758, es uno de sus tratados más conocidos. En él nos informa sobre sus expediciones al cielo y al infierno, de las conversaciones que allí mantuvo con los ángeles y de los diferentes tipos de cielo que le fueron revelados.

Muchos de sus contemporáneos lo tomaron por loco. Muchos psicoanalistas de nuestro tiempo también, equiparando sus comunicaciones a las del famoso caso Schreber. Pero es sabido que las revelaciones desconcertantes corren ese riesgo. “La hipótesis de la locura, dice J.L.Borges, quien lo tuvo en alta estima, no es menos vana. Si hubiera enloquecido, no deberíamos a su pluma tenaz la ulterior redacción de miles de metódicas páginas, que representan una labor de casi treinta años y que nada tienen que ver con el frenesí”.

Para Swedenborg, el cielo y el infierno no son un establecimiento penal y un spa misericordioso, ni una recompensa ni un castigo, son estados que con libertad busca el hombre y que de alguna manera los crea con su vida. Son condiciones de las almas. A nadie le está vedado el paraíso, a nadie le está impuesto el infierno. Las puertas, por decirlo así, están abiertas. Cada día, cada instante de cada día, el hombre labra su perdición o su salvación. Seremos lo que somos.

En la órbita espiritual no hay hipócritas; cada cual es lo que es. Si alguien tiene temperamento angelical, entonces está en el cielo, y si no lo tiene, simplemente no lo está y está donde le quepa estar.

En el cielo de Swedenborg hay otra innovación importante. Siempre se ha pensado que la salvación es de carácter ético, que si un hombre es justo se salva. “El reino de los cielos es de los pobres de espíritu”, etcétera. Pero Swedenborg exige algo más: ser inteligente. El tonto no entrará en la gloria, por más santo que sea. William Blake, a su vez, agregará que tampoco con eso alcanza, y pide un tercer requisito: ser artista. Jesús lo fue, ya que enseñaba por medio de parábolas y no por razonamientos abstractos.

Aquella fría noche de abril en Londres Swedenborg entró en éxtasis místico; pero no en una de esas experiencias de éxtasis místico secretamente inefable y de abismos insondables de las que nada se puede comunicar. La experiencia mística y extática de Swedenborg está registrada y comunicada en su tratado Del Cielo y el Infierno, y a él nos acotaremos.

Ni la doctrina ni la experiencia de Swedenborg pueden reducirse a lo que hoy se entiende por religión; tampoco a lo que entendemos por filosofía o por psicoanálisis y menos aún por política. Tampoco el cielo de Swedenborg puede reducirse a lo que hoy se nombra como experiencia subjetiva; ese cielo es esencialmente una experiencia existencial, pero también política y a la vez espiritual y a la vez pasional. Aunque poco usual, no es sin embargo una experiencia extraordinaria, al contrario, es plenamente alcanzable en nuestra vida y sin cual, lo presentimos, la vida pierde sentido. El objetivo del laboratorio es acercar a quien quiera esta experiencia y doctrina.

Lunes de Febrero y Marzo de 20 a 22hs. Inicia Lunes 6 de Febrero.

Costo mensual: $180-

Informes e inscripción al 4864-7949.

LA PUERTA Centro de Salud, Arte y Pensamiento

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